¿CÓMO SE PRACTICA?
Nos sentamos sobre un zafu (cojín redondo) delante de la pared. Nuestra postura es natural, no forzada. Estamos erguidos, con la columna vertebral bien derecha. Colocamos las piernas en posición de loto, medio loto, birmana o simplemente cruzadas. Mantenemos la cabeza derecha, el mentón hacia dentro y la nuca estirada. Respiramos profundo por la nariz, con calma. Nos concentramos en la espiración. El vientre está siempre relajado y en expansión.
Tomando como foco principal la zona de debajo del ombligo, ponemos nuestra atención en la postura del cuerpo y en la respiración. Surgen los pensamientos y los dejamos pasar. Con frecuencia nos atrapan y nos vamos con ellos; al cabo de un rato nos damos cuenta de que estamos pensando, que estamos lejos del aquí y el ahora. No importa. Traemos la mente otra vez al aquí y ahora de la respiración y la postura.
Con ello, poco a poco empezamos a ser conscientes de cómo todo está en continuo cambio, de cómo nuestros deseos y obsesiones van surgiendo y pasando una tras otra, de cómo nos apegamos a cosas e ideas que se nos escapan como arena entre las manos. Comprendemos que nosotros mismos formamos parte de este proceso de cambio.
Nos entrenamos en esta práctica y con el tiempo, anclados en el silencio interior, caminamos con paso firme sobre la tierra, saboreando, ahora sí, cada instante de la vida, convertidos en seres no condicionados, auténticamente libres.